La vida es un continuo paseo.
Un viene y va...un va y viene.
Hoy leí como Anthony Hopkins en una entrevista explicaba que no creía en dios pero tampoco se cerraba a creer algun día. Dice que es como vivir en una casa sin ventanas.
El ser humano tiene millones de creencias: en el café que le despierta por las mañanas, en su capacidad de raciocinio, en aprender a quitarse las legañas con estilo y disimulo, en su madre, en su padre, en sus hermanos, en su corazón a prueba de balas, en su libreta del bolso, en los buses que no se averían cuando vas a trabajar, en las señales de tráfico intercambiables, en las fotos en las que no salen, en las camisetas con mensajes subliminales, en la sonrisa de un amigo...
Creencias sin/con escrúpulos
Cuando crees en algo con ahinco se te olvida el razonamiento de tu creencia y la conviertes suprema al resto, en definitiva, que llevas razón y punto.
Dejamos de ver lo ajeno para meternos hasta dentro de nosotros mismos y se vuelve todo...como decirlo...insípido? pero estimulante.
Traduces una mirada cuando se te clava en el costado, cuando no puedes evitar sonreir cuando la respondes, cuando tiene rayos X y te desnuda el alma (no el físico...eso es demasiado fácil)
Respondemos a esos estímulos implicando nuestra creencia al resto del mundo que te rodea, haciéndola tangible, táctil como los móviles, irrompible y a veces incluso estática.
Realmente vivimos con la verdad y la equivocación cada día de nuestra vida...no sabemos lo que está bien y lo que está mal, porque no hay un manual de instrucciones universal que sepa decirnos los valores "humanos". Sólo sabemos que lo que creemos nos conviene y no queremos dejarlo para no tener que inventar otra creencia diferente que deje de cuadrarnos con la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Una vez: normal...aprendes la lección
Dos veces: bueno...somos humanos
Tres veces:
No hay una tercera.
Cerrada por derribo...no habrá más palabras para algo tan irracional como es el amor, no tiene sentido que exista en palabras huecas que no llegan a ningún corazón receptivo.
Frase del último libro que me estoy leyendo "el libro de los amores ridículos" (por segunda vez)
“De pronto comprendí que no fue más que una ilusión haber pensado que cabalgabamos nosotros mismos en nuestras propias historias y que dirigimos su marcha; que en realidad es posible que no sean, en absluto, nuestras historias, que es más probable que nos sean adjudicadas desde fuera; que no nos caracterizan; que no podemos responder de su extrañísima trayectoria; que nos raptan, dirigidas desde otra parte por fuerzas extrañas”
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