lunes, 4 de febrero de 2013
Poesía de una poeta desencantada
"Esta mañana, al despertarme, creí que llovía. Luego abrí la ventana y no, no era lluvia, eras tú, que te alejabas, que ya no volabas, que ya no estabas. Y ya no pude volver a dormir.
Yo que siempre pensé que besándote te hubiera convencido: a ti de quererme, a mí de no dispararte, pero mil poemas tristes nunca fueron suficientes para alguien que desprende primaveras al abrir las alas, ni siquiera versarte los labios cada mañana, ni quitarte el frío de las manos, ni cargarte a mi espalda mientras me rompo el cuello intentando mirarte -si supieras lo que echo de menos mirarte, casi tanto como a ti-, ni ser el preludio de tu música, es decir, de tu risa, no fue suficiente abrirte mi carne para que la llenaras de la tuya bloqueando cada esquina con el recuerdo de tu cara, ni llamarnos de mil maneras diferentes con el único propósito de ser únicos el uno para el otro.
El mundo se dio cuenta de que cada vez que venías yo adelantaba las manillas del reloj para ver si mi futuro llevaba tu nombre, de que te robé todos los relojes para que así no agotaras tu tiempo conmigo, y destrozó mis horas, el muy cabrón, como quien aplasta lagrimales, y yo miré suplicante a tus muñecas desnudas,
a la pared vacía, a tus mañanas entre mantas sin horario, pero la habitación se llenó del jet-lag que sufren mis sueños desde que abandonaron tu cama, y todos los intentos de sostenernos fueron en vano, de repente la vida pesaba demasiado y tú eras más grande que la lluvia.
Y no fue suficiente para mí, y tuve que deshacerme de los segundos que dejaban tus minutos. Yo, que te llené de palabras, me cansé de que las tuyas solo fueran de ida y no pude evitar mirar la última página, donde tu pelo ya no estaba. Donde mis dedos ya no estaban. Y leerte despacio para engañar al reloj, dejó de funcionar. Y silenciar el temblor de mis manos para que no te fueras, solo hizo más ruido.
Eres tanto que cualquier cosa que no sea tenerte al final del día no resulta suficiente. Y eso no es culpa de nadie.
Así que perdóname por no conseguir que fuéramos suficiente. Por llenarte el cuerpo de adioses, vestir mis dedos de balas y dispararte -aunque te lleve tan dentro que dispararte a ti sea como dispararme a mí, pero sin orificio de salida-, por empujarte hacia el abismo de mis labios y suicidarte antes de olerte, por odiarte un poco porque llueve y no vas a aparecer, porque mi reloj ahora solo me diga que es hora de marcharme, por sacarte de mis ojos para poder dormir, por quedarme a ver cómo nos ponemos la ropa el uno al otro sabiendo que no volveremos a desnudarnos, y después irme.
Perdóname, por no encontrar otra manera de salvarme que no implicara abandonarte.
Y aunque esto sea un poema triste más, tienes que saber que hacerte el amor fue como empezar una frase, y terminarla. Abandonarnos ahora es dejar inacabado el poema.
Pero recuérdalo, una vez al día te cambiaría por toda la poesía."
Elvira Sastre
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