A veces sentimos la necesidad de volver a ser niños. De buscar la inocencia allá donde la perdimos y así retomar esas espadas de madera con las que luchabamos contra esos dragones de plastelina.
A veces...miramos atrás con anhelo. Deseraríamos hacer tantas cosas de otra manera que no somos capaces de ver como pasa veloz el minutero en nuestra muñeca...pero pasa, es real.
Cuando tenías 16 años y te querías comer el mundo...y ahora tienes una digestión pesada de ella sin pensar lo que nos depara...
Te derretías al sol con tal de estar en el parque con tus amigos, salías con 500 pesetas y eras la reina de la tarde (que nunca la noche)
La noche era toda un misterio...sólo tenías anecdotas y fábulas sobre lo que ocurría en ella. La gente te pintaba los años venideros como auténticos regalos gratuitos.
Y resultó que todo se paga...hasta las palabras más bajas (las más altas van con IVA)
Miramos el pasado y rememoramos sensaciones...pero como recordar el sabor de un helado que ya no existe? Cómo definir la felicidad de un momento que se paró en el tiempo?
No hay palabras suficientes para describir tales cosas.
Pero el recuerdo es infinito...hasta la vejez...nuestro cerebro es tan sabio que, con él tiempo, sólo se queda con lo realmente importante (a veces para bien, otras para mál) pero lo hace. Te recuerda el 1º día que te tiraron al pilón por fiestas, el primer beso desastre, el primer polvo no tan desastre, cuando un amigo se disfrazó de Bailarina para celebrar su cumpleaños, cuando pagabas con el dinero de tus padres el alquiler del local junto con 20 amigos (antes no se valoraba tanto la amistad, era general, necesitabas engaños para seleccionar, o edad para saber que querías en realidad), recuerdas enfados monumentales por comentarios absurdos de una amiga, cuando a 3 de tus amigas y a tí te gustaba el mismo chico y finalmente se lo llevaba la más lista o la más tonta, depende de la mirada.
Cosas así.
Ser una cosa u otra, pero ser alguien. Tener personalidad era algo que ni se hablaba.
Ser conocida y nombrada.
Echo de menos la inocencia con la que romper algo y que simplemente te regañen, que no te duelan esos pedazos rotos...
Mirar al frente sin miedo, con ganas, midiendo cada centímetro pues es lo único que nos queda como seres libres...